Hoy se terminó.
Oficialmente se acabó este semestre y con él mi primer año en la H. Facultad de
Química.
Ahora sí estoy aprendiendo
química me oí decir hace tiempo cuando empecé el camino; y es verdad, aunque no
sólo de química he aprendido en mi
estancia ahí, sino también de la vida misma, de los habitantes de esta difícil
y complicada ciudad. He aprendido a extrañar a mi pueblo y a mi gente, a mi
madre más que nadie; ese lazo es el único que la distancia jamás vulnera. Y así
mismo, he aprendido que estar solo no es tan malo después de todo, a veces
hasta lo anhelo, porque me permite pensar, una actividad que cada día está más
en desuso.
He aprendido que un vector
es algo más que una flecha, que todo el que estudia matemáticas se vuelve
enloquecidamente divertido, que las antiderivadas son muy diferentes a una
integral y que las matrices y los determinantes hasta pueden ser entretenidas…
¡y la química! La química puede ser más matemática que otra cosa.
I love Wikipedia ya no figura en mi lista de
frases favoritas (o rincón del vago, o wadadoo (larga lista)). En estos
terrenos esas referencias no sirven, aquí los libros y ya. Aprendí también que
el sentido común es más importante que la inteligencia y menos común de lo que
debiera. Es sorprendente lo útil, lo imprescindible que es y lo subestimado que
está. A veces las mayores situaciones se resuelven pensando simplemente en la
solución más sencilla y que por lo general es la más lógica, desde una disputa
entre párvulos durante el recreo hasta un pleito de pedos en una fiesta en la
madrugada, desde una encrucijada amorosa, hasta la resolución del problema más
difícil de física cuántica.
He aprendido que todos
tenemos problemas, que una sonrisa bien fingida los oculta muy bien; que todos
tenemos deseos ocultos y que por más que se escondan, con la dosis correcta de
alcohol y confianza, se dejan revelar con la fluidez y la prisa de unas ropas
que se caen al ceder los botones.
He aprendido que una tarde
lluviosa de tacos con los amigos es más complaciente que diez notas
aprobatorias, que veinte bien hecho´s y que cien excelente´s.
También aprendí que el amor es más escurridizo cuando lo esperas, y cuando
sabes lo que es, no como aquellos que creen tenerlo y no lo tienen. Aprendí que
no hacer nada, nada deja de bueno, que puedes estar tan cansado que ni dormir
se puede, así como que te puedes estar cagando de hambre (qué ironía), que
puedes dormir en tres días apenas lo de uno (y hasta empedarte la noche
anterior) y estar parado y activo como si hubieras dormido un día completo, si
tu voluntad es mucha y tu vanidad es poca.
Ya también aprendí que las
oportunidades no vuelven, que el momento de volver a casa siempre llega, tarde
o temprano, que las coincidencias no existen, que puedes ser amado u odiado, amar
tú pero jamás procurar odiar. Aprendí que para todo hay tiempo y para todo hay
formas, para todo hay modo y para todo hay maneras, pues todo depende de cómo
veas la situación y que pocas veces a estas se les puede llamar “problemas”.
Y todavía queda mucho más
por decir. Aún quedan muchas historias por contarse, muchos corazones por
romperse, muchos renglones por escribirse, muchos chismes por regarse… aún
queda mucho, aunque de momento, eso sea todo.
Esto lo escribí ahce mucho tiempo, bastantes cosas han cambiado desde entonces, haciendo bien y mal.